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El Principio

Un ángel, mi ángel

Miré a mis pies, incapaz de recordar lo que me había llevado hacia ese banco. En ese cemento implacable, entre un grupo de personas, mochila en mano, que no perdonaba su huida hacia un sueño. Sus sueños.

Allí estaba ella, sólo para hacerme sentir como se debe mantener una mirada. Y me perdí en sus ojos azules de tanto mirar al cielo. Vi como la belleza brillaba en su piel.

Cruzamos una mirada rápida, ella la retiró segura. Me sentí avergonzado de la presencia de un ángel perfecto. El ángel que aparecía para cicatrizar cualquier herida.

Seguí mirando su belleza sólo para que ella tomara conciencia, yo era su bestia.  Ella me observaba interesada, haciéndome entender que había algo especial en mí. Yo era el elegido.

Mientras pensaba en recuerdos, comprendí que al fin había llegado a ella. Me acerqué dejando mi mano entre las suyas y sentí que cada cicatriz, cada dolor y cada pecado que habían cometido esas manos, habían desaparecido. Me sentí tan humano.

Ella era un ángel, ella era mi ángel.

Me aferré a ella trazando cada detalle de sus manos. En sus palmas suaves y con la punta de los dedos, recorrí cada infierno pasado, sintiendo todo el alivio del universo. Ella estaba en mí, y por un tiempo, yo abandonado. Perdido en la belleza tan sencilla de unas manos.

Un tacto frío salió disparado. Sentí congelado el calor de la ira y la rabia del odio de este inmenso buque. Estaba feliz, no era un engaño.

Las palabras comenzaron a salir por mi boca como la miel, ofrecían sólo sonidos con el más dulce de los significados y la mejor de las intenciones. Palabras que jamás podrían abarcar lo que significaba para mí. Las palabras que me hicieron sentir tonto y no tener miedo por su significado, sino por el impacto que podrían tener en el corazón del ángel. Ella me miró con sus hermosos ojos azules tomados al asalto. Me sentí aterrado, ella mortalmente asustada. Repetimos las palabras que reflejaban la belleza del instante. Te amo, nos habíamos susurrado.
 
Juraría que mi corazón me había fallado, ya que se había reducido al silencio. La posibilidad de que estas palabras se habían dirigido hacia mí era improbable, imposible. Una imagen como ella no se merecía la falta de respeto del demonio que yo ofrecía. En silencio, un derrame de lágrimas bañó nuestro banco.

- Esto no es para mí, no nos merecemos.

Yo sabía que tenía razón, pero la ilusión ya se había recuperado.

 - Soy para ti y es exactamente lo que quiero.
 
Tan sólo nos levantamos y nos envolvimos en abrazos. Sentí mi corazón lento y acelerado. Seguía sin creer que fueras mi ángel. Tus alas me trajeron la sonrisa, la calma del bienestar. Al fin alguien se preocupaba por mí. La brisa nos permitía pasar.

Ella es mi ángel, mi ángel perfecto. Ella tiene que ser.

En todo este tiempo he cogido tu cabeza en mi cuello y las lágrimas inundaron mi cuerpo. Lágrimas de gratitud al cielo.

Me sentí obligado a tenerte hasta que la muerte nos han separado. Hoy al despertar tus alas ya no estaban, no me sonreían tus ojos, no he disfrutado de tu mirada bañada en azul cobalto.

Gracias por la vida que me has dado. Tantos años a tu lado han sido un aleteo robado al cielo. Vuelve al lugar de donde viniste, algún ser te espera para volver a iluminar su camino. Nuestro banco hoy vuelve al despiste. Tus ojos, tus alas y el arrebato.

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