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El Principio

Cuán difícil es

Cuán difícil es

Debió ser la segunda copa de vino, por eso de buscar siempre un culpable, pero cayó en la cuenta de que llevaba unos cuantos meses repasando hojas, corrigiendo erratas y subrayando párrafos del libro de su vida. Un viejo cuento del Sur explica sobre eso de escribirse a uno mismo y de que otros escriban de ti. Al final resulta una composición mucho más rica. Como los besos, como las caricias y las confidencias. Una tercera copa le apetecía y no se planteó si era lo correcto o no. Ese simple gesto revelaba muchas cosas, la más importante era hacerle consciente de que su pasado y su presente venían marcados por lo que se esperaba de ella. Y, tal vez, entre tanta obligación y remilgo se había perdido.

El aroma del vino y la música elegante eran el hilo, la guía, el primer paso… porque cada tanto volvemos siempre al primer paso. Sintió el terciopelo final del brebaje en lo más íntimo de su boca y se tensó toda entera. Luego, muy suave, la relajó. Sonrió sin motivo aparente. No solían darse motivos para sus espontáneas sonrisas. Cerró los ojos profundamente y se perdió en el vacío...

¿Qué cuántas veces se había enamorado?... Tres. Sin saber si eran muchas o pocas. La primera libertad que se tomaba entre lo que debía ser y lo que es. Tres. Enamoramiento de ese de trancas, de tripa y de piel. Y eso le ha servido para aprender sobre el destiempo, las deshoras y las irresponsabilidades.

Destiempo en la inocencia de una juventud recién estrenada que aún no sabe cómo gestionar un sentimiento que invade y, a veces, casi ahoga. Muy niña aún, con ese ansia de ser mayor y el arrebato de las cosas nuevas. Enamoramiento sin freno, a velocidad máxima y colisión de corazones de tanto amar. Y se aprende. Los pasos dados no se borran pero permanecen ahí para no olvidar el maravilloso tesoro del primer amor.

Deshoras en un vaivén de sensaciones que suben y bajan y diseñan rotondas de doble dirección en el estómago. Autopista de ida, sin vuelta. Deshoras en juegos seductores y llenos de morbo, de encanto y de quesos cremosos, cava y mucha risa. Y deshora de realidades. Cuando el tráfico se hace en exceso intenso y hay que regresar. Dejar de lado las malditas tripas y poner cabeza. Que las excusas obviando el café y la agenda repleta son más qué un libro abierto. Que quien quiere estar en tu vida, está.

Irresponsabilidad de llegar cargada de miedos y angustias, de lo que "debe" a lo que "es", de terror a daños colaterales, de predicado sin acciones, de parrafadas escritas sin aplicarlas cuando y a quien sí toca. No por obligación sino por innegable sentimiento. Que llego agotada de amar locamente a destiempo y deshoras. Que me dicen, los que saben, que las tripas son sabias consejeras pero hay que aderezarlas con la sal mental (y mejor de la gorda que la del Himalaya) para esto de los quereres.

Pero surge, al final de la tercera copa. La piel erizada recuerda el tacto y la caricia y hay que iniciar la marcha. El primer paso. Sin irresponsables excusas. Que si quieres estar en su vida, estás.
Cuán difícil es...

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