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El Principio

Soñando

Soñando

Con el tiempo los mares de mis ojos fracasan en la distancia, junto a las gaviotas que saben mi nombre. ¿Voy consiguiendo dividir el llanto a las olas?

Ermitaña de una isla ávida de voces, de posibles rostros cercanos a mi luna. Llevo sobre mi espalda la indigencia de un tiempo saboreado en las arenas de un implacable desierto, el de la soledad. La bestia va mutando, en el follaje interminable de unas crecientes acacias, desgarrando el caparazón para proteger mis garras del frío.

Fui verano, después manantial y hoy me sorprendo frente al espejo de mi suerte. Fui eclipse, reflejo de luz sin luz. Aprendí serenatas en mi guerra con el alma y mi coro fue el viento, desposé a duendes que consagraron mis besos.

Hoy soy primavera y nado junto a sirenas y saboreamos aquellos caldos oníricos de reyes babilónicos. Colmo las orillas obligadas del descanso con febril actividad. Levanto muros, crío cordilleras empujadas por mis manos, de las montañas más altas me llevaré la esencia.

Así, únicamente así, morderé a las dudas, porque volverán. Me esperan en sus templos grises, vibrando de hambre, rechinando lamentos en la terraza de la ciudad reencontrada, al final de los laberintos de mis horas.

Soñaré con ese duende que romperá mi exilio y las ilusiones cansadas de esperarme frente a los atardeceres ociosos, volverán.

Un dios pasa fugaz para hacerme el amor sobre la espuma de los ríos. Cuando esté dispuesta a recibirle ya habré ahogado el hábito de soledad que se hace patrón del verbo.

Dime soledad: ¿Cuándo te cansarás de gritar mi nombre?

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