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El Principio

Misterio en una gota

Misterio en una gota

Y la certeza cae por su propio peso. Ya no es necesaria. Es demasiado pesada y llega un momento en que representa más una molestia que una ayuda. La armadura debe caer.

El recelo hace que ella le mire de reojo, quiere comprobar si él también se viste con el mismo metal pesado, tampoco quiere mostrarse al descubierto la primera. Se acerca poco a poco, dando vueltas, como si fuera un baile animal en pleno apareamiento. El la observa desde el centro, vigilando mientras ella se acerca pausadamente. No quiere pasos en falso.

Y es cuando sucede lo inevitable.

La atracción de sus cuerpos es brutal. Tanta, como repulsión gritan sus armaduras, no quieren, se repelen. El amor no es compatible con esta protección. Y es cuando el corazón estalla y todo salta por los aires. Primero el blindaje de los brazos, y después van cayendo el del pecho y la espalda.

Ella ya sin coraza, llega al corazón de él y lo toma con sumo cuidado, sin dañarlo y con sus dos manos. Una vez pasado el trago del primer contacto, él levanta la vista más tranquilo.

Una estantería en el medio de su sala espera al nuevo inquilino. Ella llevará su corazón con todo cuidado y, después de pararse un par de veces y tener algún encontronazo con la experiencia, llegará a su destino.

Una vez lo instale, ya sabe que le tocará estar pendiente de que no pase ninguna necesidad. Ella es consciente de que en aquel estante, la nueva ilusión en forma de corazón crecerá hasta que se haga grande y decida volar hacia otras tierras, junto a otros corazones.

Solo alcanzará a musitar:

- Prometo cuidarte como mejor sé. Ayúdame a descubrir la esperanza de que vuelva... de que volvamos a creer.

Y todo en una pequeña gota. 

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