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El Principio

Cubo de Rubik

Cubo de Rubik

 

Hará poco más de un año que me encontré con aquel viejo cubo de Rubik y decidí volver a probar mis habilidades frente a sus posibilidades.

Pensé que este cubo tonto, este rompecabezas de plástico, hasta los niños lo sabían disfrutar y resolver en un rato.

Las noches huyeron por las madrugadas y el cubo seguía en pleno desorden. Junto a cada vuelta y giro más me lastimaba las muñecas.

Por fin, conseguí alinear el lado naranja. Al principio, esto me pareció un gran éxito pero me duró poco la alegría. Los otros cinco permanecían en un tremendo lío multicolor.

Dos días más allá, mi curiosidad y ahínco consiguió acabar la siguiente fila. No había descuidado el trabajo y los verdes se habían alineado junto a todos los demás.

Y caí en la cuenta de que el rojo y el blanco estaban mezclados. ¿Cómo puede ser que Rubik le llame a esto diversión?

Mil veces volví al cubo, mis dedos se apoderaron de todas sus partes. Tenía la voluntad de ganarle, simplemente es un vuelta más a la inteligencia y al sentido común.

En un momento de frustración le dije al cubo que ya no más, no conseguiría esclavizarme con su poder. Y así, liberada de su control, se lo di a un niño de ocho años.

Lo resolvió en una hora.

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