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El Principio

Tres días

Tres días

Tres días he estado convaleciente de un virus de esos que llegan sin saludar y te apartan por unos días del mundanal ruido.

Tras las iniciales alteraciones de la vida cotidiana y acudiendo en cuerpo –que no en alma- a reuniones y demás asuntos laborales y domésticos, una se entrega al obligado reposo.

En estos días mis lugares donde he intentado calmar el malestar han sido la cama y el sofá. Donde me he entregado a lecturas atrasadas y a las películas por ver. Buscando el bálsamo en imágenes y frases ajenas.

Lo que realmente me apetecía era enfrentarme con lecturas atrasadas o paradas. De alguna forma la fiebre me ha dirigido a la infancia y posiblemente también la haya invocado.

Cuando era pequeña y el termómetro me ataba a la cama por unos días, recuerdo que mi padre me compraba algún tebeo, cualquiera era bien recibido. La lectura era la única forma de ocio para pasar las décimas aislada, pues la tele estaba en el salón y sólo me dejaban levantar de la cama para lo imprescindible.

En otras circunstancias fue el mar quien me acompañó. Paseos interminables en los que alguna lágrima se confundió con su espuma y alguna sonrisa tapé tras la intimidad de unos auriculares.

Como ya no tengo ni tebeos, ni padre y el resto de la familia anda lejos para intentar mitigar el malestar, me he perdido por las páginas reales e imaginarias de algún lugar donde poder calmar la ira del virus y según parece… he podido con él.

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