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El Principio

Cançó de matinada

Cançó de matinada

Abrazada a su almohada se sobresaltó. Sería un sueño o se movió el gato…

Se acomodó de nuevo y volvió a la postura anterior, sonriendo por el calor de sus mantas. Algo vuelve a sacarla del intento de sueño. Es el teléfono y a estas horas nada bueno puede ser.

Son las 5,40 de la mañana y, en guardia, responde a la única persona que no puede traer malas noticias.

Está lejos, se ha perdido con el cambio horario y se disculpa. Necesita escucharla.

Las preguntas de rigor van cayendo mientras ella calienta un café. La conversación va para largo.

Ella echaba de menos estas charlas a deshora. Es a la única persona que no le regaña si llama, porque sabe que sus llamadas son salvavidas de barca pequeña en ambas direcciones.

Él añora otras razones. Su tacto aún lo siente en los dedos y le cuesta desprenderse de él. Quiere conservarlo hasta su próxima vez.

En la lejanía de sus camas, sin preguntas sin interrogantes, sin frases hechas.

Él le habla de una canción que había aparecido en su Ipod, es tan antigua como su juventud, con los años la ha relacionado con ella. Sin duda, su imaginación voló más que su realidad. Ella se sorprende, no recordaba aquella canción y jamás habría pensado que a él le pudiera gustar aquel viejo tema. En aquellos años era muy niña para saber nada. ¿Quién lo habría imaginado?

Ella le cuenta somnolienta sus ideas de entonces, lo que hacía cuando se escapaba de clase, sus primeros cigarros comprados de uno en uno. Sus escasos sueños y su palpable realidad.

Saltan entre lustros hasta que aquellos años... ya no les duelen, el azar fue otro, aunque fue el primer desamor de ella.

Él intenta, una vez más, explicar aquel momento, sabiendo que no tiene justificación alguna. Inconsciencia y juventud eran el cóctel diario.

Han pasado tantos años y tantas cosas…

Juntos han tejido una férrea amistad que ni el amor puede acabar con ella. Y él es consciente aunque quiera cambiarlo. Y ella lo sabe aunque desearía todo lo contrario.

El amanecer llega sin casi hacer ruido entre carcajadas y alguna confidencia tardía.

Él la envía a una ducha muy caliente y que el agua se lleve lo innecesario.

Ella le aconseja un paseo por una zona transitada, esa ciudad que no duerme merece ser mordida.

Él le pide que lo escriba y ella aún recuerda aquel día que le hizo escribir con los ojos tapados.

1 comentario

L. -

eres tan jodidamente realista que dueles, pero te quiero igual y ahora que estas con tantos cambios en tu vida, te seguire esperando aunque viva en el ombligo del mundo. a veces te necesito, otras te alejo para volver en cuanto es posible. tus razonamientos a la causa me matan y aunque no te de jamas la razon, por mi parte es imposible dejarte y egoistamente estaras mas cerca que antes.
te dejo el mejor de tus besos princesa.