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El Principio

A destiempo

A destiempo

Debo reconocerlo, de la manera más elegante y menos esperada rompiste mis defensas. Poquito a poco, como se va haciendo el café de puchero hecho a pie de lumbre, con tiento y paciencia.

Tal vez fue tu conversación cercana, la que tienen dos amigos asentados en la confianza, esos que no están pendientes del postureo o de las críticas impostadas.

Quizá fue tu mano recorriendo lentamente mi mejilla.

Posiblemente fue tu discurso férreo, toda una muralla difícil de escalar para una mente inquieta y curiosa como la mía.

O fueron tus ojos que seguían el rastro de tus dedos sobre mis labios.

Los silencios, las desapariciones, la mirada esquiva, las conversaciones prolongadas, tus rosas en mi almohada, nuestros acompáñame que ahora quiero, todos esos pequeños gestos que se van colando por las rendijas del corazón.

Te veo, mis nervios no salieron de casa, los tuyos bullen. Los temas acompañan al anochecer, van surgiendo desde la confianza temprana que tejimos. Con decisión incluida sobre si tomar el camino de la derecha o el de la izquierda, me dirijo hacia tu interior, no es tan fácil pararme, sube más el muro… Soy ingeniosa aportando al discurso interno todo un mundo de excusas. Me has demostrado a lo que llegas, ¡vamos! Déjate llevar, no coloques más piedras.

Continuamos y llega tu primer beso sin intuirlo siquiera. Sigues siendo imprevisible y yo, con mis defensas tan abajo, esperando a entender alguna de tus reacciones.

Pregunto, acorralo, me dejo. Indago, exploto, lo quiero…

Callas, me miras, atajas. Suspiras, relajas, te paras.

Cree todo lo que escuchaste, algo habrá del personaje aunque salga de mis convicciones. Defectos muchos, respeto todo. El que pides, tendrás. Lo que muere y nace, quedará.

Sea lo que sea lo que decidas, echaré de menos las largas horas de conversaciones, la complicidad, la química, las horas de soledad rota, de baños en humo y luna. Madrugadas con regalo de futuro incierto y pasado resquebrajado.

Igual que entraste por alguna grieta, podrás resbalar por otra. Nada está en mi mano. La incertidumbre jamás fue conmigo y aprenderé, ¡vaya si aprenderé!, a sujetarte entre las rendijas de mi piel o a dejarte que resbales como arena de ayer.

Recreaste una noche de esas que siempre recordaré. La cena, las ganas, tus pruebas, las velas, buscarnos las manos, observar cómo se enciende la ciudad, la charla, todo ocurrió sin prisas.

Debo agradecerte que hayas hecho crecer la absoluta certeza de que soy capaz, una vez más lo soy. Después de mucho, muchísimo tiempo, quiero algo más. Se han despertado nuevos bríos para escribir, aunque nazcan de la rabia... Me encanta descubrir en cada quiebro que sigo estando viva.

Como no debes sabes nada de esto, aunque todo lo sepas. Lo escribo y lo suelto para no arruinar ni mi palabra, ni tu tiempo.

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