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El Principio

Aniversario eterno

Aniversario eterno

Mis recuerdos infantiles frente a la pantalla de cine se remontan a la película Bambi. Vista en el cine, hoy desaparecido, que había entre el Paseo de las Delicias y la calle Canarias, en aquella plaza aislada del mundanal ruido de hoy en día.

La muerte de la madre de Bambi fue el primer escalofrío para una criatura sensible que ya supo aquel día que el dolor era parte del  mundo y que mi padre, sentado en la butaca de la izquierda, algún día desaparecería igualmente de mi lado, como así sucedió con el tiempo.

El cine me enseñó también aquello de los besos de tornillo, imitado en los juegos de cerilla, botella y verbenas en veranos felices.

El cine me daba prototipos de héroes o villanos que copiar, el elegante Conde de Montecristo o el estafador de espíritu libre de Randle McMurphy. Niñas enamoradizas o rudas mujeres de armas tomar como Sandy o Rizzo. Galanes o chulapones como Danny Zuco o Manero.

Con el tiempo me llevaron al cine con el único fin de hablarme al oído, de sentir el calambre de una voz en el mío. De saber que sus manos sudaban de emoción como las mías. Del cine aprendí sobre el arte de la vida.

El cine juvenil y de la infancia es una mezcla de olor a palomitas, de ambientador barato y Movie Record. Ahora se han cambiado las colas para comprar la entrada por un click en internet. Lejanos los tiempos de reventa en un estreno, cuando el Coloso en llamas o Tiburón

Sin embargo el cine sigue reinventándose saliendo de los barrios para siempre, buscando su lugar en las afueras. Se reinventa y poco cambia, seguimos susurrando en el oído y esperando el calambre y emoción de toda historia.

Y es hoy, padre, en el día de tu cumpleaños eterno, cuando te recuerdo en voz alta. Siempre cumplirás años a mi lado, allá en el cine de Delicias o en el tacto de cualquier susurro.

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