Blogia
El Principio

El tacto de un libro

El tacto de un libro

Lo que voy escuchando según escribo es un LP con el sonido de los surcos, algún que otro rayajo y todo el encanto que comporta. También me acompaña otro sonido, el que ha hecho el disco al salir de su funda.

Porque sacar un disco nuevo de la funda tenía una parte de ritual, de placer y me encontraba con el disco desnudo de un negro zafiro reluciente. Como en un juego de seducción, colocaba la aguja en los surcos expectante frente a la música.

Aunque fui realmente reticente a ellos di el paso hacia el CD. Igual que mudé en otro orden de cosas el Beta por el Vhs y éste, a su vez, por el Dvd.

Y es que esto de la técnica avanza tan deprisa que antes o después le llega el turno a todo.

Los primeros teléfonos móviles fueron a manos de ejecutivos, aquellos Morotolas del tamaño de un ladrillo arrinconaron a los buscas que apenas tuvieron tiempo para desarrollarse y, desde luego el contestador automático dio vida al buzón de voz.

 Esa vieja máquina de escribir que habita toda casa con nostalgia, es un recuerdo en cinta negra y roja oxidada por los ordenadores hace ya unos lustros.

Ahora le ha tocado a los libros rendirse a la maldición de la electrónica.

De ellos guardo demasiados recuerdos y no pocos rituales. Quizá los más añejos se pierden en los tiempos del colegio, cuando cada Septiembre forraba los libros con la promesa de cuidarlos y ponía mi nombre en la primera página a bolígrafo y en el plástico con Dymo. Fuesen heredados de mi hermano o comprados en la calle de los Libreros, había que cuidarlos.

Me gustan los libros. Olerlos, guardar entre sus hojas un recuerdo, el tacto del papel, las ilustraciones, las portadas. Sin embargo las cosas cambian y la llegada del libro electrónico es una realidad. No hay que engañarse.

Por ahora sigo evitando el momento del cambio y continúo leyendo, porque lo que me gusta es emocionarme, llorar, amar o ilusionarme con ellos.

0 comentarios