Blogia

El Principio

En el interior de un violín

En el interior de un violín

La música nos conecta con el amor, con la alegría pero también con la tristeza y la nostalgia.

La música nos recuerda que luchar por alguien siempre valió la pena. También es capaz de llenar el enorme vacío que dejan algunas personas. La música es la sutil medicina que el alma necesita. Nos ayuda a ver la vida de diferente manera, a darnos cuenta de lo que a simple vista no percibimos y de lo que podemos perder.

La  música te transporta a ese mundo mágico donde eres libre para hacer y sentir, porque nace del corazón y alimenta el espíritu. Es lo que ayuda para seguir soñando, la música llena de esperanza y hace creer que todo es posible. Nos recuerda que la vida dura tan solo un momento y que no podemos dejarla pasar sin haberla vivido.

La música inunda nuestros sentidos y es tan poderosa que de una sola nota puede nacer un gran amor, al igual que nos conecta con el dolor y es capaz de hacerlo más profundo.

La música no tiene fronteras es libre como el viento, es lo más cercano a las lágrimas y a los recuerdos, es lo que escuchamos para apartarnos del mundo, porque cuando las palabras se desvanecen la música habla y sin ella la vida no sería igual.

Dos Febreros en Septiembre

Dos Febreros en Septiembre

Saber si la elección es la correcta o no sólo el tiempo lo aclarará.

Vivir el presente es bueno y efímero como los segundos de una carcajada. Ir hacia un cometido (no te engañes, es sólo eso). Es todo nuevo, hasta las ganas lo son.

Lo inesperado, la sorpresa que por ahora sigue imperando. Llegar a la puerta, todo un lujo, acomodarte y charlar va unido. Una pizca de sociabilidad lo soluciona.

El vino y algo de picar acortan el tiempo. La curiosidad va saciándose a tragos. Me gusta lo que veo y detrás de la carcasa intento interpretar.

Temas banales y otros con más sustancia. Está bien, podría derribar los muros. Y cae de nuevo la sorpresa.

Subyace la idea de si será lo único que le puede interesar.

Todo se precipita, su doble satisfacción ya sin preguntas y mi casi, le faltó paciencia. Egoísmo, prisa por excitación o desespero. Por el contrario la duda siempre quedará, si es que hay algún interés por despejarla.

La sensación última es de sobrar en la escena. El motivo debería buscarlo; falta de libertad y de confianza. Un comentario sobre quedarse y detonar todo.

La sensación de pertenencia a un lugar sigue huérfana. La de utilización voluntaria es grande en este momento.

Pasará, como todo. Lo que aún no alcanzo a saber, es el destrozo que hará en el camino. Si es que este camino llega a tener parada y fonda.

Volver a casa pisando la noche lluviosa con la sensación de sequedad en el alma, da miedo.

El rincón de tu olvido

El rincón de tu olvido

Quiero sacarte de mi mundo y dejar únicamente las cosas buenas que trajiste.

Lamentablemente es imposible dejar de recordarte casi a diario, aunque tú si puedes hacer por no aparecer.

 

Inténtalo...

 

Loli y tú

Loli y tú

Recordarás a Loli, tú le pusiste el nombre. Rubia desgreñada, algo desgarbada, simpática a rabiar, alegre y cariñosa.

Ella aparecía en tu puerta al rato de haber llegado, nadie sabía si conocía el coche o si algún olor especial la guiaba hacia ti... Ella aparecía y se volvía loca al escuchar tu forma de llamarla. Bajaba la cabeza y comenzaba a girar a tu alrededor hasta marearte. 

Siempre en tu puerta, acompañándote a cualquier sitio al que fueras, salvo que lo hicieras en coche. Desatendiendo sus cosas, os regalabais compañía mutua absolutamente desinteresada.

Me resulta difícil expresarme cuando son las emociones las que escriben.

Ella siguió apareciendo aunque tú ya no estuvieras entre nosotros. Todo seguía más o menos igual, salvo en la vida de alguno de tus allegados. No sabemos lo que se pasaría por la cabeza de aquella rubia desarrapada.

Uno de tantos días, tu mujer decidió ir al cementerio para dedicarte un rato más cercano, rezarte, recordarte, amarte... Salió de casa y ella estaba allí, pizpireta como siempre, con la distancia que la prudencia le había marcado. No le hizo caso, incluso intentó ahuyentarla, aunque Loli era tenaz. Vivir allí imprime carácter.

Hicieron el camino juntas hasta la puerta. Tu mujer vio mal que entrara en el cementerio e hizo un nuevo intento para ahuyentarla sin llegar a conseguirlo. Supongo que se acordó de vuestras correrías juntos y dejó que pasara.

Es cuando ella entró despacio, siguiéndola con mucha calma. Se miraron y de alguna forma que desconozco le llegó a Loli lo que Carmen había venido a hacer.

Loli se sentó sobre sus patas traseras y bajó la cabeza durante todo el tiempo que Carmen estuvo rezando ante tu tumba.

Casualmente la foto es de otra perra que se llama Lola muy parecida...

Hoy cumplirías 80 años. Felicidades, papá.

Observando la densidad

Observando la densidad

El comportamiento del ser humano me resulta realmente sorprendente. Las situaciones que vivimos con absoluta premeditación, o en las que podemos vernos envueltos, son dignas, cuanto menos, de observación.

Estar inmerso en alguna situación nos hace perder la objetividad para comenzar a bucear en una subjetividad importante. Ninguno lo admitiremos, lógicamente, aunque sea un hecho. Estaremos intoxicados de nuestra propia vivencia y aquello de ponernos en el lugar de la otra persona, nos importa entre poco y nada.

Resulta imposible explicar la motivación de cada uno para cada situación en la que nos vemos inmersos: Inmadurez, celos, despecho, buscar una reacción para nuestro beneficio, intentar solucionar otro problema, incluso intentar solaparlo.

¿Qué nos impulsa a callar el problema hasta ahogarlo en lo más profundo de la conciencia? ¿Contarlo hasta llegar a alguien que no quiere ni escucharnos? ¿Dejarlo residente dentro hasta enraizarlo con el alma?

¿Qué mecanismo interno nos da la mejor de las paciencias con alguien que nos interesa? ¿Cuál es el que se activa para defendernos hasta de los comentarios más inocentes de otra persona que creemos que podría llegar a interesarnos? ¿Por qué la primera persona se lleva toda una serie de explicaciones y la segunda acabará con un bufido que ni siquiera procede?

¿Qué son los ataques con forma de defensa, falta de argumentos?

¿Qué es lo que nos da la suficiente perspectiva para ver claramente la solución a un problema ajeno? ¿La falta de sentimiento, la imparcialidad?

Observo, analizo, sufro y disfruto en función de lo que vaya viniendo.

Me pregunto, callo, comparto y hago inmersiones dentro de la densidad que soy.

Aquel todo que espera sentado

Aquel todo que espera sentado

Todo un año que vuelve a pasar. Situaciones jamás pensadas, sentimientos despertados a golpe de ilusión, encrucijadas de expectativa rota.

Aprendizaje de una pasión tardía, pérdida de tiempo con el profesional y aprovecharlo con salidas espontáneas y merecidas, porqué no...

Conocer mi ciudad, la que se esconde bajo aquel desapego, la que abre sus pétalos al calor primaveral, la que me integra sin darme cuenta.

Ilusiones, desilusiones, algún disgusto tan pasajero que sorprende, sonrisas, carcajadas, nuevas caras y una determinación.

Tranquilidad, toda la que hay. Recubrir el día malo de una pátina buena, esa rutina nueva, aquella palmera mecida por el viento, la búsqueda del nuevo reto y la realización en cualquiera de esos días de colmillo retorcido.

Poco a poco, y sin que nadie lo pudiera vaticinar, pasó y seguirá pasando.

Aquí te espero, sentada.

Contigo, en mí

Contigo, en mí

Mezclando tus rincones con mis aficiones, me veo paseando y encontrando una plaza con sabor a historia.

Quién no conoce su historia está condenado a repetirla, dicen...

Una copa de vino junto a unas columnas que sujetan al que se empeña en sobrevivir.

Los sentimientos dormidos en un Sant Jordi diferente, en mi cercana lejanía.

Fechas en el recuerdo

Fechas en el recuerdo

Siempre tendré unas cuantas fechas que vendrán conmigo allá por donde pare.

La de mañana lleva tu nombre.

Aquella espantosa noche se desdibuja en la cadencia de los años en los que permiten que seas.

Ocho años de un atino en la vida... involuntario.

Paradojas que vuelven.

Recuerdos que están.

La belleza de la simplicidad

La belleza de la simplicidad

Amanece un espléndido sol de Febrero y una exposición por delante.

Escuchar una voz mil veces leída.

Llegar temprano para darle una vuelta a la niñez.

El colorido de un barrio en vías de redención.

Un edificio añejo custodiando desesperanza, imágenes y poesía urbana.

Los años convulsos de la Mala Fama.

Detalles sobre detalles.

La mala acústica de un local mecido en su ocaso.

El gigantesco ombligo de algunos asistentes.

¡Rescátame! ¡Voy!

Unos labios carnosos con forma de sorpresa.

Perder el control, no saber reaccionar hasta disfrutarlo.

La memoria le trajo y la tapa del recuerdo le cayó encima.

Aparcar las expectativas (o intentarlo).

Septiembres de ilusión, Eneros de agradable desconcierto, Febreros de...

¿Me ayudas a situarlo?

Aprendí, aprendo, aprenderé...

Aprendí, aprendo, aprenderé...

Todos sin excepción alguna, somos humanos.

Máximas inquebrantables, generalizaciones de un mundo propio.

Aprender de lo malo, de lo bueno y obrar en consecuencia.

Intentar no perder la coherencia, aunque a veces se vaya a otra latitud.

Ya queda menos para los sueños, los que vienen con los ojos cerrados...

Buenas noches, mundo.

Sigo, sigo...

Coloreando el camino

Coloreando el camino

Atrás quedan varios caminos llenos de recuerdos. Anchos, estrechos, cómodos, enfangados, con vistas, en cuesta… a medida de la conclusión de cada momento. Resueltos o con dudas por el tipo de viaje.

Las opciones que aportaron los diferentes caminos serpentearon por un futuro que desconocía y transité con menor o mayor atino.

En algún momento también hicimos camino juntos, estirando a todo lo lejos que nuestra voluntad llegó a concebir. Burlándose de las esperanzas de uno, las ilusiones del otro y de las anécdotas de alguno más. Las culpas, el dolor, el desorden, la tristeza quedaron desdibujados entre sus hojas, fue el viento quien se encargó de borrar todo el rastro. Hasta algún paso pudo difuminar y echar más hojas en la memoria del olvido.

Mientras los recuerdos se desvanecen o se colorean, el camino sigue estando nítido. Extender las manos y agarrar las oportunidades, volver a equivocarme, vistazos al espejo de mi naturaleza, perder el hilo para encontrarlo más adelante.

¿Búsquedas? No, gracias. Me quedo con los caminos que quedan por recorrer.

No sé hacia dónde va, ni por qué estoy en este camino.

Sólo sé que continúo.

Siempre.

En los pliegues de tu pantalón

En los pliegues de tu pantalón

Imposible responder un sí a tu pregunta. Removiste demasiadas cosas adormecidas con tu actitud.

Creo recordar que en alguna ocasión te dije mago, posiblemente mago de la palabra. Todo está demasiado lejano en el recuerdo de ayer.

Jugaste al desgaste, indagaste de la manera más natural e inocente, supiste llegar, desplegaste tus alas, actuaste y otra huida. Porque eso es lo que haces, huir del  teatro que fabricas alrededor de tu propia farsa.

Es posible que regalaras alguna pincelada de realidad, aunque sabías que las ganas pasarían por encima de esos pequeños detalles. El cebo estaba colocado en un lugar estratégico.

Un nuevo intento de comprensión. Sigue sobrevolando la sensación de presa y tus paseos ocasionales, para mantener el interés activo, lo van atestiguando.

Te equivocaste el día que comenzaste a purgar por aquello por lo que pasaste, te confundiste en el fondo y, sobre todo, en la forma. Será el tiempo el que te lo cuente. Si algo llegas a conseguir no serás consciente. ¿Dónde reside el placer de todo ello? Tu estrategia se esconde en los pliegues de tu pantalón y ni siquiera puedes llevarlo a gala.

Sigo sin poder contestar afirmativamente a tu pregunta. Has dejado un poso y no es el que tú ideaste. Todo este embrollo ha dado paso a valiosos momentos de reflexión. Un regusto de decepción me sigue recorriendo y tus apariciones hacen saltar al despecho que tanto cuesta dominar.

Eres un farsante en tu propia comedia, el tiempo ha destapado tu juego y contra mi paciencia poco tienes que hacer. Si quieres atención a pildorazos, ahí te va. Juguemos, los dramas vestidos de comedia son mi delirio.

No, no estoy cansada. Como el estado de ánimo: unos días arriba, otros abajo y la mayor parte de los días en una línea recta. Equilibrándome en la línea de hoy.

La última vez llegué con la torre roja bañada en bruma y me marché cuando se apagó. Desde entonces no la he buscado, no la he visto y tampoco la echo en falta.

Otro día, si quieres, vuelves a preguntarme, farsante.

Cuando tengas un rato, mueve pieza.

Tic, tac

Tic, tac

Escribo tanto que llego a olvidarlo

Es el viento gris que me niega su cambio

Son las malas consejeras de las prisas

Las soluciones residen en las paredes que amortiguan

Dejar pasar el tiempo

Una vez más

Y la sensación que se viene encima...

...que no cesa.

A destiempo

A destiempo

Debo reconocerlo, de la manera más elegante y menos esperada rompiste mis defensas. Poquito a poco, como se va haciendo el café de puchero hecho a pie de lumbre, con tiento y paciencia.

Tal vez fue tu conversación cercana, la que tienen dos amigos asentados en la confianza, esos que no están pendientes del postureo o de las críticas impostadas.

Quizá fue tu mano recorriendo lentamente mi mejilla.

Posiblemente fue tu discurso férreo, toda una muralla difícil de escalar para una mente inquieta y curiosa como la mía.

O fueron tus ojos que seguían el rastro de tus dedos sobre mis labios.

Los silencios, las desapariciones, la mirada esquiva, las conversaciones prolongadas, tus rosas en mi almohada, nuestros acompáñame que ahora quiero, todos esos pequeños gestos que se van colando por las rendijas del corazón.

Te veo, mis nervios no salieron de casa, los tuyos bullen. Los temas acompañan al anochecer, van surgiendo desde la confianza temprana que tejimos. Con decisión incluida sobre si tomar el camino de la derecha o el de la izquierda, me dirijo hacia tu interior, no es tan fácil pararme, sube más el muro… Soy ingeniosa aportando al discurso interno todo un mundo de excusas. Me has demostrado a lo que llegas, ¡vamos! Déjate llevar, no coloques más piedras.

Continuamos y llega tu primer beso sin intuirlo siquiera. Sigues siendo imprevisible y yo, con mis defensas tan abajo, esperando a entender alguna de tus reacciones.

Pregunto, acorralo, me dejo. Indago, exploto, lo quiero…

Callas, me miras, atajas. Suspiras, relajas, te paras.

Cree todo lo que escuchaste, algo habrá del personaje aunque salga de mis convicciones. Defectos muchos, respeto todo. El que pides, tendrás. Lo que muere y nace, quedará.

Sea lo que sea lo que decidas, echaré de menos las largas horas de conversaciones, la complicidad, la química, las horas de soledad rota, de baños en humo y luna. Madrugadas con regalo de futuro incierto y pasado resquebrajado.

Igual que entraste por alguna grieta, podrás resbalar por otra. Nada está en mi mano. La incertidumbre jamás fue conmigo y aprenderé, ¡vaya si aprenderé!, a sujetarte entre las rendijas de mi piel o a dejarte que resbales como arena de ayer.

Recreaste una noche de esas que siempre recordaré. La cena, las ganas, tus pruebas, las velas, buscarnos las manos, observar cómo se enciende la ciudad, la charla, todo ocurrió sin prisas.

Debo agradecerte que hayas hecho crecer la absoluta certeza de que soy capaz, una vez más lo soy. Después de mucho, muchísimo tiempo, quiero algo más. Se han despertado nuevos bríos para escribir, aunque nazcan de la rabia... Me encanta descubrir en cada quiebro que sigo estando viva.

Como no debes sabes nada de esto, aunque todo lo sepas. Lo escribo y lo suelto para no arruinar ni mi palabra, ni tu tiempo.

Retazos

Retazos

– Imagínate que en este momento eres muy feliz –repuso–. Siéntelo dentro de ti. Eres tan feliz, Chang Cheng, que tu deseo principal es…

¿Mi deseo principal? ¿Cuál sería mi deseo principal si yo fuera feliz? Sacudí la cabeza con desolación. ¿Qué era ser feliz? No podía reproducir a voluntad un sentimiento que desconocía. Había vivido momentos alegres, apasionados, divertidos, emocionantes, eufóricos… y todos ellos se hubieran podido calificar como felices, pero no tenía ni idea de lo que era exactamente la felicidad. Así como la tristeza y el dolor duraban el tiempo suficiente como para reconocerlos y poder definirlos, la felicidad era tan efímera que no dejaba el rastro necesario para seguirle la pista. Podía imaginar algo parecido si creaba una mezcla de sentimientos (alegría, pasión…) pero hacer eso era remendar un descosido para salir del paso. Bueno, de cualquier modo, si yo fuera muy, muy feliz, lo más probable es que deseara prolongar ese estado el mayor tiempo posible ya que la característica principal de la felicidad era, precisamente, su escasa duración.

Todo bajo el cielo. Matilde Asensi.

 

Implosión

Implosión

Hace unos años, por aquello del que ya tocaba, decidí empezar a volar sola. Comprar un piso, arreglarlo, vestirlo y vivirlo. De los pocos recuerdos que me quedan, sí tengo el sentimiento de independencia y haber sabido valerme por mí misma, aunque también estaba el de soledad. En poco tiempo todo cambió, no sé si por prisas o porque debía ser así, el caso es que ocurrió y emprendí una aventura pensada y más que pensada. Con el absoluto convencimiento de que no me quedaría con las ganas de saber qué pasaría. Si me equivocaba, podría contarlo, pero quedarme con la duda es algo que pocas veces he hecho.

Siempre he sido de pocas aspiraciones (será que el subconsciente es más práctico que yo); una casita desde la que pudiera ver el mar y una piscina. ¡Y mira qué cosas! El tiempo me lo trajo, añadiéndole algún viaje que también soñé en su día. Si a todo esto le sumamos amor, la estabilidad y algún que otro sobresalto, así pasó algún tiempo.

Y llegó el día en el que la burbuja estalló. Tremendo, fue tremendo. Los análisis, las lágrimas, el sentimiento de culpa, el de abandono, el arropo por parte de algunos, la ignorancia por parte de otros y el olvido de varios más. No hay reproches, a estas alturas ya no existen.

Pasó más tiempo y me reconstruí como mejor supe o pude. Con la ayuda de algunas personas monté el rompecabezas. Muchos se han quedado en el camino, de la misma manera que yo me quedé en el de otros. Pocos, muy pocos nos podremos llamar amigos y, dadas las circunstancias, será el tiempo el que se encargue de difuminar los lazos.

Hasta que llegó el momento en el que tuve que hacer aquello que tanto temía, lo peor es la decisión, sin duda. Reconocer que he fracasado en todo y debo plegar velas es durísimo. Y debería agradecer todas las muestras de apoyo, todos esos “es una oportunidad”, “una nueva meta”, “fer net” que dicen… Mi parte pragmática me grita que es un fracaso estrepitoso y no enumeraré cada cosa o sentiré la vulnerabilidad hecha añicos.

Recojo mis cosas, no, no… Escojo entre todas mis cosas las que creo imprescindibles para llevarme y empiezo de nuevo a romperme. Los recuerdos de mis viajes, mis libros, mi música, mi ropa, mis muebles, mis fotos, esas cosas que siempre tengo a mano y ahora debo tirar o encajar. Imposible dejar de recordar, con la mano en cada objeto, alguna anécdota de cada cosa que me ha acompañado durante tanto tiempo.

Y una vez más, me trago las lágrimas o las suelto, da igual… Y tiro a la basura parte de mi vida. Unos dicen que pensando en que el futuro será mejor, la realidad me deja una vacío enorme, duele… claro que duele, es mi vida resumida en pocas cajas y una pila interminable de cosas que veo en el contenedor de abajo.

Lo que más me ha dolido, mis libros. Fue lo primero de lo que me deshice y creo que fue un acierto. Lo último mi música, recuerdo tras recuerdo encerrado en cajitas de plástico que hoy se pueden recuperar en internet, pero la cajita ya no la volveré a ver. Por ahora el recuerdo tampoco lo quiero demasiado presente.

Llega el día del viaje que, gracias a la preocupación por cómo lo pasará el gato, es cómodo y rápido. Instalación, caos. El espacio real y mental se reduce a fracaso nuevamente.

Cierto es que aquí todo ha cambiado, incluida yo. El día que me fui, jamás pensé en que dividiría mi corazón. Tampoco merece mucho la pena enumerar lo que voy viviendo, simplemente mi sitio está en otro lugar.

Y este puede ser un buen punto de partida. Por el momento no hay futuro, el pasado ha quedado aparcado, luego solamente queda el presente.

Escribir esto es soltar lastre, dejar alguna lágrima más y constancia de que no quiero revivir el pasado, aunque siempre vivirá conmigo.

He llegado a un punto en el que casi todo me da absolutamente igual (es incierto, aunque escribirlo me gusta), las vivencias nos curten a todos, para bien o para mal. Es posible que el día de mañana, cuando todo haya pasado, sea incapaz de leer todo esto, al igual que el resto. Pero ahí está, para cuando sepa, o pueda, o quiera hacerlo de nuevo.

Sigo buscando esa tranquilidad mental que un día se fue de fiesta y a esta hora sigue sin volver. Si es posible, los que no están invitados a la fiesta, intentad pasar de puntillas, no vayáis a espantarla cuando decida regresar.

Algunas cosas que llamaba mías

Algunas cosas que llamaba mías

Tocar esos cd’s que nunca miras es volver al pasado, sí o sí. Y no solo por la música de cada uno de ellos, por lo que se movía dentro de ti en cada momento.

Aquel cd que compré en una escapada a Alemania, aquél de importación que conseguí a base de ahorrar las 3000 pesetas que costaba!! Aquél con el que llegábamos a llorar de risa cada vez que escuchábamos una estrofa de una canción . Ése que no valía nada por su música, aunque lo guardé por los kilómetros que se hizo conmigo en aquel país que jamás volveré a pisar. El de la esquina rota durante aquella mañana con aroma a cambio. El que me hizo tanta compañía bañada en lágrimas por lo bonito que cantaba. Los mil piratas que llegué a bajar, auténticas mierdas que hoy ni recuerdo el motivo. Aquellos cd’s con música disco (impresionante) que conseguí a base de guardar códigos de barras de cajetillas de tabaco. Maquetas, maquetas y alguna maqueta más... sueños hechos realidad y alguna que otra hora de viaje, cervezas y bocatas improvisados en el bar de un solitario pueblo. Himnos de los 16 años, ésos que ni recuerdas lo que reivindicabas al cantarlos, pero que te hacen gritar de la misma manera. ¿BSO de películas? ¡Ah, sí! Aquella película que entendí la segunda vez que la vi. Madonna... ¿Yo he comprado algo de ella? ¡Bendita memoria! Creo que le debo la idea a una de las pocas amigas de las que aún conservo y seguimos cuidándonos. El regalo con alas que hice. El 25 aniversario de mi antigua empresa con refritos de música clásica. Una colección de algún periódico de CD-ROM que hoy no lee ningún aparato, y que me dediqué cada domingo a recortar, colocar y pegar las etiquetas que a mí me gustaban. Dos viejas cintas de cassette que se vendrán conmigo para un amigo que me lleva acompañando toda la vida (Silvia es pasado, es presente, es malvada y es inocente, es anciana y es una niña). Manolo. gracias por repetirte tanto con tu música, has conseguido que me canse de escuchar parte de mis errores. Y muchos más que no quiero mirar demasiado, no vaya a dar un portazo al baúl y se venga entero conmigo.

Música que podré volver a recuperar en cualquier momento gracias al sacrosanto Youtube, pero no volverá a ser lo mismo. La música de toda una vida que hoy aparco.

Esperanza tras la puerta

Esperanza tras la puerta

La muerte vuelve a vestirse para pasar factura a alguna víctima. La única posibilidad es que caiga ella misma, viajando por el fuego fatuo de sus sentimientos, buscando sin fronteras, sin destino...

Caminará a través de las sombras entre risas psicóticas. Besará tus labios dejando un rastro de tragedia. No le interesará las verdades de tu vida, nunca fuiste para ella.

Llorarás el sabor dulce a escarlata, entre lamentos de angustia mientras observa tu dolor. Estás atrapado sin posible escapatoria.

Un susurro en tu oído: “Tú eres yo. Somos uno. Fúndete entre mis lágrimas de cristal. Siente este verano en un escalofrío”

Alza el vuelo de la huida, busca un destello de luz en su oscuridad. Tu alma se desvinculará de tu voluntad, tus temores se desnudarán de esclavitud.

Serás un millar de vientos soplando, el brillo de la nieve, el rayo de sol que mece el centeno, la suave lluvia del otoño, una estrella que vigila los sueños, un recuerdo de la niñez, el silencio de mil voces, el eco de un grito escuchado y pasearás por el aire de la mano de tu propia compañía.

Y ella volverá a vestirse, ávida de nuevas víctimas, huérfana de adeptos, en busca de un destino errático y sediento jugando una partida de ajedrez inacabable que es esta vida.

El año se va

El año se va

Dejamos atrás un año en el que nació este nuevo proyecto. Una idea que me ha traído buenísimos momentos de feria en feria, trabajos a contrarreloj, muchas, muchísimas risas y el orgullo de saber que del trabajo de mis propias manos han salido la ilusión y la felicidad de alguna persona, porque no decirlo.

Dejamos atrás un año difícil, en el que la cabeza no ha parado de pensar en el día de mañana. He encontrado personas dispuestas a ayudar sin motivo alguno. He vivido el derrumbe de una persona por su situación más que precaria, para acabar riéndonos del futuro antes que él tenga la sola intención de volver a hacerlo. He compartido el compañerismo, las ideas, el frío y el calor.

Dejamos atrás un año en el que muchos de vosotros han apostado por este proyecto, habéis compartido vuestra confianza en mi trabajo, una palabra de aliento, incluso las críticas constructivas. Por todas estas cosas os doy las gracias. 

Sería incapaz de enumerar a todas las personas que han estado conmigo, en la distancia y aquí al lado. Gracias, ¡gracias a todos! Confío en poder seguir haciendo realidad alguna ilusión, siempre hecha a mano.

Por pedir...

Por pedir...

Si pudiera pedir un deseo por cada diente de león que, al soplar, sale a conocer mundo, pediría el don del olvido. Ignorar y borrar pequeñas piedras del camino. Esas que me han herido y han hecho que vaya con más cuidado al caminar, las que me han obligado a aprender a pisar firmemente o a quedarme en la orilla.

No, no pediría tener ese don.

Pediría saber que me espera más allá de los años, de mil y una lunas caídas, de mil y un soles relucientes. Pero es un mito o una leyenda, no hay rey del tiempo y sé que el destino es un secreto que tampoco quisiera desvelar, por tanto, mejor no saber nada y dejarme sorprender a cada momento.

Entonces pediría… Conservar, mantener cercano a mí, todo lo que me hace sentir viva, todo lo que me emociona, todas aquellas sonrisas, todas aquellas personas, todos aquellos lugares que representaron algo en mi vida. Pero sé que como las semillas del diente de león, volando al paso del tiempo, no siempre pueden quedarse en el mismo lugar, porque el viento sigue un camino y ellas caminando en él.