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El Principio

Por pedir...

Por pedir...

Si pudiera pedir un deseo por cada diente de león que, al soplar, sale a conocer mundo, pediría el don del olvido. Ignorar y borrar pequeñas piedras del camino. Esas que me han herido y han hecho que vaya con más cuidado al caminar, las que me han obligado a aprender a pisar firmemente o a quedarme en la orilla.

No, no pediría tener ese don.

Pediría saber que me espera más allá de los años, de mil y una lunas caídas, de mil y un soles relucientes. Pero es un mito o una leyenda, no hay rey del tiempo y sé que el destino es un secreto que tampoco quisiera desvelar, por tanto, mejor no saber nada y dejarme sorprender a cada momento.

Entonces pediría… Conservar, mantener cercano a mí, todo lo que me hace sentir viva, todo lo que me emociona, todas aquellas sonrisas, todas aquellas personas, todos aquellos lugares que representaron algo en mi vida. Pero sé que como las semillas del diente de león, volando al paso del tiempo, no siempre pueden quedarse en el mismo lugar, porque el viento sigue un camino y ellas caminando en él.

Nuestra oscuridad

Nuestra oscuridad

Algunos días se hicieron para perder completamente el tiempo, el sueño y hasta el resuello si me dejo.

No hay fórmula mágica que haga correr al reloj, siempre irá a su ritmo sin tener en cuenta mi prisa, mi insistencia.

Es en estos días malos cuando salen a flote toda la inseguridad que lleva a ninguna parte, aunque siempre va conmigo. La misma que visto de sinceridad para que duela menos.

La arena del reloj sigue cayendo y toda la montaña que ha ido rellenándose al cabo del día, se desmorona con los motivos menos pensados. De mí depende si quiero creerlos o no, todo suena convincente.

Y el día se acaba, los sueños, la inseguridad y los miedos siguen intactos, aunque he perdido el día siendo plenamente conciente de ello y me niego a ser el reflejo de mi propia oscuridad.

Escribir para...

Escribir para...

... recorrer acantilados de pensamiento viajero

reconocer errores de noche blanca

sacar diablos que ocupan espacio

vivir despacio la extenuante senda

teñir los silencios del mar bravo

llenar ceniceros de abandono

traspasar umbrales de ventanas batidas

silenciar remansos de recuerdos añejos

el giro de una noche

el cielo de mi ausencia

el rocío del alma

la sonrisa de una mirada

el abrazo de un olvido.

 

Escribir, siempre escribo, igual que tú, igual que todos.

A ciegas

A ciegas

Le trajo una luna menguante, llegó con el firme propósito de crearse su propio lugar en aquella mente turbia.

El gemido de las mareas le susurraba el camino, llegaría a enfriar aquella hoguera con cada paso.

Un rincón cálido donde poder compartir su prosa de guante blanco, junto a aquella manta desgastada de recuerdos.

Una vida junto a otra vida apoderándose del destino en libertad y vadeando oscuridades innecesarias.

Junto a los años que han pasado, tras la penumbra de aquella luna menguante, de la mano de las mareas de cualquier Junio, salpicando auroras, con el brillo de sus sombras, reconstruyendo sus alas para salir a caminar los sueños, desenfocando el tiempo y pidiéndole que siga enseñándole… a ciegas.

El silencio único

El silencio único

¿Cómo? ¿Cómo hacerlo?

¿Cómo tomarse una noticia que viaja vestida de puñalada? Una noticia esperada, conocida por todos y nadie sabe cómo dártela.

El silencio, ése que en ocasiones pesa como una losa y otras es tan ligero como aquella vieja pluma de la que tanto le hablaron, formará parte de su equipaje.

Por decisión propia y a bocajarro inició una guerra de la que no se sentía partícipe. El tiempo le hizo ver la magnitud de lo que había desatado. Nadie reaccionará de la manera esperada por uno mismo. Imposible saber el alcance de su primera incursión, la única, la respuesta volvió en forma de metralla y que aún hoy sigue llegando.

Hoy… hoy llegará el final, los espías han hecho su trabajo, merecerían un descanso pero resulta cómodo saber el terreno que pisan los del otro lado, porque eres tú el motivo de sus conversaciones.

¿Crear ofensivas? Absurdo, ya no hay interés tras aquella frontera.

¿Conversaciones de paz? Disparatado. Es inalcanzable una paz en tiempos de una guerra no declarada.

¿Cómo tomárselo? Volverá el viejo recurso de ir improvisando.

Viene a la memoria una canción que escuchó hace muy poco, un tema en el que la letra contiene mensajes para los dos bandos.

“Bienaventurados los que lo tienen claro porque de ellos es el reino de los ciegos"

Otro día más

Otro día más

¡Por fin! Una llamada para una entrevista de trabajo. Un subidón a la autoestima ya iba siendo necesario.
Empresa Servilabor, muchos puestos a cubrir y ningún detalle conciso. Es igual, la autoestima está dando saltos, así que soy toda oídos.
Le hago repetir el nombre de la empresa, sí, he escuchado bien… Servilabor. 
- Ahora te paso un mensaje de texto con la dirección de la entrevista, sí… mañana, te lo paso todo por mensaje. Es para cubrir varios puestos de trabajo en diferentes hoteles.
- Perdona si insisto… es que no recuerdo ese nombre de empresa y menos el asunto de los hoteles, no es mi perfil. Si me puedes dar algún detalle más, te lo agradezco.
- No te preocupes, mañana, durante la entrevista de trabajo, revisamos tu currículum y vemos el puesto en el que encajas más.
- Ya. Una pregunta más. ¿Condiciones? Imagino que según valía, claro.
- Sí. (Silencio incómodo)
- ¿Algún tipo de capacitación previa enfocada al puesto de trabajo?
- Sí, mañana lo comentamos.
- Ya, pero si no sabes en qué puesto de los ofertados encajo mejor, ¿cómo sabes el tipo de capacitación previa que necesito? Entiendo que la ofrecéis vosotros.
- Bueno… sí… Mejor lo comentamos mañana, son detalles que por teléfono no solemos dar. Ahora te envío un mensaje de texto con toda la información necesaria.
- Claro, sin problemas. ¿Me dijiste que tu nombre era?
- Adolfo. (El silencio incómodo ya se mastica)
- Bien, Adolfo. ¿Serías tan amable de decirme en qué portal está vuestra oferta? Entiende que es por echarle un vistazo y así voy más tranquila.
- Estoooo, sí… bueno… La verdad es que no tengo esa información ahora mismo. Debería valerte que tenemos tu teléfono y tus datos, ¿te interesa o no el trabajo?
El chico me quiere acorralar, hummmm…
- Por supuesto, Adolfo. Perdona si te molesta, es por ir preparada, no te molestes. (Hay que bajarle dos rayitas o me quedo sin el trabajo de mis sueños)... Entonces por resumir, mañana tendré una entrevista para una oferta de trabajo en la que no me he apuntado y en la que desplegaréis todas las artes habidas y por haber para encalomarme un curso de capacitación ¿Cierto?
- Perdona, no te entiendo.
- Pues que para intentar estafar al personal, tal y como está el asunto del trabajo, al menos deberían poner a personal un poco mejor formado. Y te lo digo con todo el respeto que me da el saber que tú estás igual de necesitado. Tener el trabajo que tienes, no debe ser nada gratificante. Y no quiero imaginar si alguien va a la supuesta entrevista y te engancha de las solapas.
- Tu tu tu tu tu tu tu tu
Sigo teniendo olfato, o estoy bien informada, tampoco importa. Un curso de 720€ no se vende así como así. Cada día estoy más asqueada, lo que se llega a hacer en época de vacas flacas.

Cincuenta músicas de... ¿Quién?

Cincuenta músicas de... ¿Quién?

Bien, ya llevo libro y medio del famoso Grey.
Desde el primer momento, aparte de lo evidente, me dio por escuchar la música que va sugiriendo.
He encontrado auténticas joyas desde Chopin (una de mis debilidades), Damien Rice y Nitin Sawhney, Sinatra (¡Guauu!), hasta el -a ratos- abominable Thomas Tallis. ¿Azotes al ritmo de música sacra? Gustos, colores… que dicen.
El caso es que me he puesto a adecentar el piso mientras iba escuchando la banda sonora y la imaginación vuela, claro.
Parto de la base que el libro juega con el morbo de las mujeres, con la educación sexual que hemos recibido, con las sacrosantas comparaciones y con la autoestima de cada una de nosotras.
Y ahí andaba, limpiando al ritmo de Tallis y dándole una vuelta de tuerca al asunto.
¿Qué engancha de este libro? El sexo, sin duda. El libro en sí está bastante toscamente escrito, pero tiene el ingrediente principal.
Hace unos días hablaba con un amigo del libro. Tontamente le puse el ejemplo de las mujeres vs los hombres viendo una película porno. Dicen que nosotras nos quedamos hasta el final para ver si se casan y ellos con el polvo ya tienen suficiente.
Coñas aparte y en este caso, es lo que creo. Juega con los finales felices a los que las mujeres somos tan dadas y Grey no puede fallarnos, porque nos ha hecho soñar, porque hemos tomado ideas de sus encuentros, porque tiene esa parte oscura que pica nuestra curiosidad y hasta el lado maternal y porque en algún momento incluso hemos pensado si soportaríamos el dolor de Anastasia.
Ya he acabado con uno de los baños y decido cambiar a Nitin Sawhney. La primera vez que lo escucho, algo me repele y también me engancha. Es la voz del chico, me despista y no me permite seguir imaginando. Me acaba gustando cuando consigo dejar de escucharle.
Y comienzas a soñar con tu Grey, o lo más parecido que haya pasado por tu vida. Algún asalto viene a la memoria. Es imposible comparar. Grey no tiene paragón. 
Es jovencísimo, ya es hora de asumir que la juventud decidió hacer el petate hace unos años, tiene un vigor que no he vivido jamás. ¿Existe? Y para colmo, tiene éxito en la vida, es atractivísimo y dispone de una vida muy cómoda. ¡Ah! Olvidaba las sombras y la manera que tenemos las mujeres de empatizar con Anastasia y el odio que siente hacia la señora Robinson.
Creo que no necesita más ingredientes. Sexo, lujo, morbo y alguna complicación.
Sigo con la música y el otro baño, ¡quién te ha visto y quién te ve! En pijama, con la trenza más despeinada del mundo y pensando en un personaje de ficción.
Repaso generalizado a los amantes de mi vida, los que me han dado y lo que yo he ofrecido, todo lo vivido. ¡Que me quiten lo bailao! Y es cuando llega la absoluta certeza que ni yo tengo cuerpo, ni ánimo, ni fuerza física para un Grey. 
¡Caray! Mi primera hora limpiando en la que no he sido consciente de hacer lo que tanto detesto.
¡Gracias Grey! Te debo otra satisfacción.

¿Quién sabe de castillos?

¿Quién sabe de castillos?

¿La situación lo requiere o siempre fue así?

Esta falta de actividad hace que todo se monte y se desmonte rápidamente en su cabeza. Bueno… no es cierto que sea tan rápidamente, al menos ella no lo percibe así.

Durante los dos días que tarda en ver el suelo roto, el desgaste es supremo.

¡Venga, decídete! ¿Te atreverás a tomar ese camino? Le lleva casi un día tomar la decisión, aunque al minuto ya había decidido aceptarlo. Prefiere darle un tiempo a la intuición y macerar la idea, para acabar entregándose nuevamente a su instinto.

Al segundo día, comienza la edificación seria del castillo, ¿qué haré si me encuentro a aquellos?, ¿sería mejor avisar? No, aunque me lo hayan aconsejado, sería como pedir permiso por volver a cruzarme en su vida. ¿Seré capaz de tranquilizar mi alma? Si dejas pasar la oportunidad, jamás sabrás la respuesta. ¿Eres consciente de alejarte de quien más te quiere? Sí, sabrá aceptarlo, son 200 kilómetros más. ¿Qué representa realmente lo que te han ofrecido? Aunque es extraño, prefiero descubrirlo y ya sabré defenderme, si es el caso…

Se cumple el plazo. La realidad le devuelve eso, empirismo ajeno en estado puro. El suelo era del cristal fino de una telaraña, eran necesarios aquellos castillos para seguir desgastándose. Quien sabe si asumir su futuro próximo le costará miles de castillos más, destrozados por un viento terral. Quien sabe si su suerte cambiará momentáneamente, dejando un castillo con una desvencijada almena. Quien sabe…

Lo que asegura rotunda es que, en la mitad de su vida, ya tiene un sueño, por inalcanzable o por tozudez, quien sabe. Aunque sueño al fin. Por mucho que mira hacia atrás, jamás tuvo una predisposición absoluta. Ilusiones muchas, unas acabadas y otras hasta cumplidas.

Ella y los doce años de hoy se contemplan, manteniendo el pulso hasta que…

¿Quién sabe?

Cuerdas

Me ha recordado a Conchita, una profesora de EGB. Siempre con su carmín rojo en los dientes que mostraba orgullosa. Decía que ahora podía lucirlo ni que fuera de aquella forma fea. Ahora podía comprar aquel color de labios con el que tanto había soñado tiempo atrás.

Nos pasábamos las clases de historia en viaje y de viaje en aventura. Casi todas inventadas, las alumnas lo comentábamos en el patio.

Recuerdo su sonrisa, su paciencia, su cariño y el respeto con el que hablábamos de ella, aunque sabíamos que estaba algo volada.

Ella me enseñó a escribir en aquellas cartillas Rubio. Con ella logré cambiar del lápiz al bolígrafo, una de las hazañas más buscadas en aquel año. 

Anoche pensé en ella, si seguirá repartiendo cariño, debe ser muy mayor. De todo esto hace más de 30 años. Y hoy veo, por casualidad, este corto no apto para momentos sensibles.

Cançó de matinada

Cançó de matinada

Abrazada a su almohada se sobresaltó. Sería un sueño o se movió el gato…

Se acomodó de nuevo y volvió a la postura anterior, sonriendo por el calor de sus mantas. Algo vuelve a sacarla del intento de sueño. Es el teléfono y a estas horas nada bueno puede ser.

Son las 5,40 de la mañana y, en guardia, responde a la única persona que no puede traer malas noticias.

Está lejos, se ha perdido con el cambio horario y se disculpa. Necesita escucharla.

Las preguntas de rigor van cayendo mientras ella calienta un café. La conversación va para largo.

Ella echaba de menos estas charlas a deshora. Es a la única persona que no le regaña si llama, porque sabe que sus llamadas son salvavidas de barca pequeña en ambas direcciones.

Él añora otras razones. Su tacto aún lo siente en los dedos y le cuesta desprenderse de él. Quiere conservarlo hasta su próxima vez.

En la lejanía de sus camas, sin preguntas sin interrogantes, sin frases hechas.

Él le habla de una canción que había aparecido en su Ipod, es tan antigua como su juventud, con los años la ha relacionado con ella. Sin duda, su imaginación voló más que su realidad. Ella se sorprende, no recordaba aquella canción y jamás habría pensado que a él le pudiera gustar aquel viejo tema. En aquellos años era muy niña para saber nada. ¿Quién lo habría imaginado?

Ella le cuenta somnolienta sus ideas de entonces, lo que hacía cuando se escapaba de clase, sus primeros cigarros comprados de uno en uno. Sus escasos sueños y su palpable realidad.

Saltan entre lustros hasta que aquellos años... ya no les duelen, el azar fue otro, aunque fue el primer desamor de ella.

Él intenta, una vez más, explicar aquel momento, sabiendo que no tiene justificación alguna. Inconsciencia y juventud eran el cóctel diario.

Han pasado tantos años y tantas cosas…

Juntos han tejido una férrea amistad que ni el amor puede acabar con ella. Y él es consciente aunque quiera cambiarlo. Y ella lo sabe aunque desearía todo lo contrario.

El amanecer llega sin casi hacer ruido entre carcajadas y alguna confidencia tardía.

Él la envía a una ducha muy caliente y que el agua se lleve lo innecesario.

Ella le aconseja un paseo por una zona transitada, esa ciudad que no duerme merece ser mordida.

Él le pide que lo escriba y ella aún recuerda aquel día que le hizo escribir con los ojos tapados.

Así estamos

Hace unos días recibí una carta de la DGT avisándome, amablemente, de los 10 años que tiene mi coche y de las mayores posibilidades de accidente que tengo y, aprovechando, también me comentaban la posibilidad de comprar un flamante vehículo nuevo acogiéndome a los nuevos planes para impulsar las ventas. 

Soy perfectamente consciente del desgaste que tiene mi coche. Soy yo la que paga las revisiones y las horas de un mecánico amigo, porque el bolsillo no me permite ir a un taller. Soy yo la que en los viajes largos, si me los puedo permitir, prefiere pagar un tren que tardará 9 horas en llegar a destino. Soy yo la que sufre como una condenada porque en muy pocos kilómetros debo cambiar los discos de freno y eso supone un sobrecoste que ya veremos de dónde lo saco. Y así me podría pasar el día entero…

En resumen señores, soy perfectamente consciente del peligro en potencia que llevo entre las manos. Aunque también he pensado en que los datos que ustedes tienen en la DGT los podían contrastar con los que tienen en la oficina del paro, para comprobar en la situación en la que algunos nos encontramos. De esta manera comprobarían que no consumimos por gusto, sino por un sistema de prioridades.

En fin… que me parece estupendo, oiga, que me avisen de los estupendísimos planes que han inventado para que compremos coches. Aunque también les digo… Para la próxima no olviden incluir el cheque para poder hacer efectiva la compra.

Y que cuando decidan bajarse de sus coches oficiales para ponerse al nivel de vida de una gran parte del país, me van contando.

¡Ah! Y de paso se pueden ir ustedes despacito a la mierda.

Nina Simone

No salgo a un escenario hasta que estoy lista. El público también tiene que estar preparado para escucharme. Les hago esperar. Es el momento.

¿Saben? La voz humana es el único instrumento puro, tiene notas que ningún otro posee, es como estar en medio de las teclas de un piano. Las notas están ahí, las puedes cantar, pero no las puedes encontrar en ningún otro instrumento.

A mí me pasa igual, vivo en medio de dos mundos. En el blanco y en el negro.

Soy Nina Simone, la estrella, pero también Eunice Waymon, la mujer.

Nací siendo un genio, tenía un don. Estaba destinada a ser la mayor concertista de Estados Unidos, solo había un problema, mi color de piel. ¿Se imaginan a una negra tocando música clásica?

A los doce años di mi primer recital, mis padres estaban en la primera fila. Les hicieron levantarse para que se sentaran unos blancos. Ese día vi lo que significaba ser negro en Estados Unidos. Lo comprendería años más tarde cuando en un instituto de Filadelfia me rechazaron. Fue como si todos me hubieran mentido alentando un sueño que sabían imposible, pero no me resigné.

Fue en Atlanta donde nació Nina Simone, Nina de niña, Simone por la actriz francesa Simone Signoret.

No quería que mi madre se enterara que andaba en bares de mala muerte, tocando lo que ella llamaría música del diablo. Cada noche me recogía el pelo en un moño, me ponía un vestido elegante que era más propio de un recital y me subía al escenario. Mezclaba clásicos del blues, gospel, himnos populares y sentía el mismo placer que cuando tocaba música clásica. En un mismo fraseo podía pasar de Bach a mi admirado Duke Ellington.

Para la mayoría de los blancos jazz significa negro y también sucio. Y eso no es lo que yo interpreto. Yo hago música clásica negra. Me parece un insulto que me comparen con Billy Holiday solo por el color de piel. Nunca me equipararon con María Callas y siempre fui tan diva como ella.

Como yo, la Callas era tempestuosa, absolutamente única y estudió su música más que cualquier otra de su generación. Podía crear las reglas y romperlas cada vez que quisiera y el mundo la escuchaba porque era la Callas, porque era blanca.

En 1958, un año después de haber actuado en el Carniege Hall, firmé mi primer contrato. Cedí los derechos de las canciones a cambio de un cheque de 3.000$. Perdí más de un millón en royalties. Me habían engañado. No volvería a pasar.

Cuando me subo al escenario quiero conmover, hacer consciente al mundo de lo que nos habían hecho.

Fui amiga de Malcolm X, marché con Martin Luther King sobre Washington, no se me olvidó ni un momento que estaba ahí para dirigir a mi gente. Mis canciones son más que una simple melodía.

Este Mississippi Goddam que escuchan fue mi forma de lamentar la muerte de cuatro niñas afroamericanas, tras la explosión de una bomba en una iglesia de Alabama. También la de Medgar Evers, un conocido activista por los derechos civiles. Cuando comencé a cantar, empezaron a reírse, al terminar solo hubo silencio. Se dieron cuenta que no estaba bromeando.

De no haber sido pianista, habría sido asesina. Hubiera ido al sur y habría esparcido la violencia, pero no sabía de armas. Aunque esto no me impidió que en alguna ocasión encañonara a algún que otro directivo porque me debía dinero, o a los niños que con sus gritos no dejaban que me concentrase.

Dejé Estados Unidos en 1969 cansada de la segregación racial que sufríamos los afroamericanos. Luther King había sido asesinado, mi nombre aparecía en las listas del FBI junto a los Panteras Negras. Me había peleado con la industria discográfica y me negaba a pagar impuestos como protesta por la guerra de Vietnam.

Comenzaban así dos décadas nómadas, las islas Barbados, Liberia, Holanda, Francia, Suiza. Del país que habíamos soñado construir en los años 60, solo quedaba una pesadilla, Nixon en la Casa Blanca y la revolución negra transformada en música disco. Nunca volvería a lo que mis amigos y yo llamábamos “United Snakes”

Altanera, vulnerable, apasionada. Siempre dije que moriría a los 70 años porque después solo hay dolor y lo cumplí. Mi vida sentimental fue un desastre y lo sacrifiqué todo por la música. El hombre que estuviera a mi lado tendría que aceptar cómo era. Reconocer que era una estrella pero también una mujer. Tendría que lidiar con las dos. Ninguno lo consiguió. Es de lo poco que no he conseguido, alguien con quien pasar mis noches.

A pesar de mi trabajo, mis discos y el reconocimiento internacional, fue el anuncio de un perfume el que me hizo pasar de ser una cantante de culto a una leyenda. No era mi mejor canción.

Cuando me subo al escenario, estoy lista para decir lo que quiero. Puedo ser Aretha franklin y Edith Piaf en una sola canción, pero elegí ser yo misma. Nina Simone.

Cuando el olvido te encuentra

Cuando el olvido te encuentra

El traqueteo del metro mecía sus pensamientos. Tengo ocho paradas, aún queda un rato. ¡Qué cómodos van algunos! ¿Tanto costará cerrar las piernas? Así cabríamos todos mejor.

La vida había decidido ponerle una  prueba más y estaba decidida a superarla. Era la única posibilidad y, una vez más, ella saldría adelante.

Últimamente va rodeada de jaleo y de la mano del cansancio, demasiado apretar los dientes. Aunque… ¿cuánto es demasiado?

Y allí estaba él, sentado a su lado, y ella sin darse cuenta.  Fue su voz lo que le despertó del ensimismamiento del tren.

Él preguntó a una mujer el nombre del bebé que llevaba en brazos. Esa voz fue la que desempolvó imágenes que creía olvidadas.

Detenidamente fue observándole, sin querer llamar su atención. No se atrevía. ¡Cómo ha pasado el tiempo! Qué mayor se te ve. Tus manos son iguales a aquellas que el olvido se llevó. ¿Te digo algo? ¿Y si no me recuerdas? Tú vivías en otra zona de la ciudad. Habrás vuelto a cambiar… ¿Cómo te irá la vida? ¿Eres feliz? ¿Te habrán dejado enamorarte?

Una eternidad de preguntas, una tormenta de silencios y la indecisión se llevaron el poco tiempo del que disponía.

Ella llegó a su parada y bajó del metro con la única certeza de haber hecho lo correcto. Él se fue con todas las respuestas, lo único que dejó fueron recuerdos que el tiempo se ocuparía de volver a guardar.

Disculpa esa mirada insistente, entre tu olvido y mi recuerdo, todo se empeñó en volver.

Decepción

Decepción

En el mundo de las relaciones personales, sentirse decepcionado por alguien es lo peor que puede pasar de cara a una continuidad.

Si alguien generoso necesita más medallas a costa de mentiras, para sentirse mejor, mal asunto. ¿Qué se busca? ¿La empatía pasando por encima de la honorabilidad de otro?

La honorabilidad de una persona a la que llamamos amigo es indiscutible, y si decidimos actuar para ayudarla, qué menos que seguir fiel a esa idea. Ante cualquier problema, hablemos… Se me llena la boca de decirlo. Aunque no todo el mundo piensa igual. O sí, en su momento, y una vez solucionado el asunto, pasará al olvido el sentido de la lealtad.

Siento una decepción tan grande de alguien que jamás habría imaginado. Aunque también pienso en el qué dirán. ¿Qué más me da que piensen mal personas que no me conocen, ni jamás lo harán? No me aporta nada la idea que tengan de mí. Sin embargo, si lo que piensan está construido sobre alguna mentira…. Duele. Y no por ellos, sino por el emisor, al que un día llamé amigo.

Siento que mi lugar aquí se ha agotado y, a la vez, pienso que no sea una huida hacia delante. Miro alrededor y veo pocas bases, más bien ninguna.

Intento darle forma a una idea que cambiaría toda mi forma de vida y pienso si seré valiente para dar el paso.

Partida de vuelta

Partida de vuelta

Camino acompañada por un agujero amplio de tiempo, mientras crece la esperanza conocida del pensamiento.

Cada tímido paso es seguido de otro desde el borde de la vida en la que tropecé, el camino en el que disfruté y me golpearon besos de felicidad provocados por un blues de Muddy Waters, la locura inminente de la alegría pasajera y el destino al alcance de un susurro, una brecha infinita y negra.

Se desvanecen las heridas mortales que algún día cayeron, polvo negro en alma fría. Floto en la vida del dolor del viento, otoño descartado por el frío de Noviembre. Mañana deslizada en la nada de una tristeza solitaria.

El encuentro de la confianza hacia el aliento de largos días de sueño, la celebración del acto inútil de un desafío inservible, días de certidumbre por los que nada les importó. Lanzo el espíritu al aire y que él domine.

La esperanza disfrazada de sombras es la que desdibuja una sonrisa a aquellos que escondía, mis amigos, mis amores, mi pequeña familia.

Cazando tormentas

Cazando tormentas

En pleno despegue del final de un ciclo,

con la inspiración del rechazo hacia la belleza lírica

y su fuerza ciega con forma consumada.

Un río poco profundo para un puente inmenso.

Entrar en la niebla blanca de una ciudad joven.

Un libro a disposición de los que alguna vez lo vivieron.

Una esperanza frente a toda la oscuridad.

Una estrella de media mañana.

Una fotografía forrada de sueños.

Un recuerdo esperando en el cajón.

El reflejo de un rayo sobre un faro amigo.

Un pentagrama que brote.

Una tempestad que delire.

El cambio en un silencio.

Un crepúsculo cargado con aire de rocío regalándote un trago de vino.

Una distancia más cercana.

Tu existencia liberada de manadas.

Tu mundo de blanco brillo y desde aquí el rojo sobre negro.

La cuadratura de once círculos

La cuadratura de once círculos

Todo necesita de un tiempo para colocarse en el lugar debido. La alegría, la ilusión, el empeño, la dedicación, un enfado, un disgusto, una mala racha. Todo tiene su espacio y como no lo pide, se hace su hueco poco a poco sin que nos demos cuenta.

Más de 130 lunas para que una ilusión deshecha se convierta en una luz al final de un túnel. Muchos días para llegar a hoy y poder comprobar que los deseos se van consiguiendo. Los ingredientes son una mezcla de paciencia y ninguna prisa. Dejarse invadir por aquello a lo que se teme. El miedo no inmoviliza al haber siempre una esperanza, el peligro radica en el desinterés y, por ahora, no ha sido convocado.

Once círculos en los que la vida ha dado bandazos. Desde una felicidad rayando la incredulidad, hasta una tranquilidad inesperada, paciente, divina.

Once círculos en los que han entrado y salido muchas personas. Algunas siguen ahí, comprendiendo, respetando o incluso discutiendo, si es lo que toca, para llegar a un entente y continuar con la vida. De los que ya no están, guardo sus recuerdos conmigo y algún objeto. Son parte de mi vida y así quiero que siga siendo.

Once círculos que comenzaron una clara y fría mañana de Marzo que comenzó a cien kilómetros con un plástico incordiando en una rueda, la música muy alta jugando con el aire que entraba por la ventana, una visión espectacularmente militarizada en una gasolinera y una llamada desde otra, una llegada a destino por unos carriles demasiado estrechos y un giro a la izquierda. Todos los ingredientes bien mezclados tienen un significado llamado pasado.

Aunque ha costado esfuerzo, he vuelto a llegar y si el mar me cumple, aquí seguiré.

LA AVENTURA DE EMPRENDER

LA AVENTURA DE EMPRENDER

Emprendedor es sólo aquel que se atreve a soñar. Es una ruta llena de retos, aventuras y obstáculos que sólo los más valientes serán capaces de lograr. Exige perseverancia, esfuerzo, coraje, valentía, pasión y un toque de locura. Es para los que tienen un sueño, creen en él y están dispuestos a enfrentarse a los obstáculos para conseguirlo.

No se admiten personas a las que... les gusta la comodidad, quieren un trabajo con un horario determinado, llevan mal la incertidumbre, están paralizados por el miedo, tienen poca flexibilidad o no están dispuestos a luchar por sus sueños.

Volar, volar...

Volar, volar...

¿Alguna vez no te ha pasado por la cabeza salir volando del lugar donde te encuentras? Sin fuerza suficiente para afrontar una nube de interrogaciones, con un futuro tan incierto como olas tiene mi playa, con la esperanza fundida como el salario a mediados de mes, con la pereza de un lunes y el cansancio de un viernes.

Y volar, volar...

Mi suerte es mi imaginación, los libros, la música, la pintura, mis escritos y mi más novedosa afición: la fotografía. Todas esas pequeñas cosas que forman mis días, mi mundo.

Echo la vista atrás y sonrío, ya sonrío. Guardo mis recuerdos como perlas engarzadas sin dejar que el collar tenga demasiadas vueltas y ahogue.

Y volar, volar... Con mi casa, sin ser mia.

Y volar, volar... Sin raíces, con arraigo.

Y volar, volar... Sin futuro, con autogestión.

Los seres de mi infancia

Los seres de mi infancia

Soy niña de los payasos de la tele y un globo, dos globos, tres globos. Mi primer recuerdo infantil es para los entrañables Gaby, Fofó, Miliki y Ábrete Sésamo.

La mía es una generación marcada en la infancia por la existencia de la tele. Llevo asociado el recuerdo de mis deberes escolares a las prisas con la radio de fondo, quería acabarlos rápido porque comenzaba mi programa favorito.

A lo largo de la vida como casi todos, he ido disfrutando de diversos programas, al igual que he ido huyendo de otros. Pero tanto los he terminado arrinconando, que me veo donde estoy ahora, ajena a los nombres que más pitan y fuera de juego en muchas conversaciones. Y no es pose, puedo asegurarlo. Es que me interesa entre poco y nada lo que veo cuando enciendo el aparato. No le encuentro el interés al cambio de cara de Belén Esteban cuando apenas sé cómo la tenía antes.

Pero la dependencia que tenemos de la imagen es tal, libada desde la infancia de los payasos, que la falta de la misma nos produce cierta inquietud y desasosiego. De ahí que en más de una ocasión me haya visto con la tele encendida y con el sonido bloqueado o bajo, mientras me ocupo de otras cosas.

Según los que estudian esto del comportamiento humano y nuestros hábitos de conducta, una de las primeras cosas que hacemos al entrar en casa es encender el televisor. Es una manera de sentirnos acompañados, lo estemos ya o no, pues es otra forma de compañía. Muchas veces es esa tercera persona cuya presencia impide que afloren las discusiones, los problemas o incluso los pensamientos.

Es cierto que la televisión tiene mucho de bálsamo pero también de narcótico y, por tanto, de tóxico. También he de reconocer que me aburre criticar la televisión, como ver muchos de sus programas, con lo que me dedico a las telenovelas mejicanas. Sufren, lloran, disfrutan y sobreactúan, sin embargo veo paisajes a los que hoy por hoy no puedo ir y aprendo otra forma de hablar.

Y vuelvo a mi niñez… Con la muerte de Miliki, se esfumaron los payasos de mi infancia. El primer disgusto de mi vida fue con el fallecimiento de Fofó. Vivía cerca de una plaza en la que le hicieron una pequeña estatua, bajita como yo. Siempre que podía, hacía que me llevaran para abrazarle y que sintiera que los niños no le olvidábamos. Yo no le olvidaba.

La muerte de Gaby me pilló más mayor y andaba por otros derroteros bastante alejados de los payasos y siempre le sentí menos cercano. En cambio, hace unos días sentí que mi infancia ya había pasado a mejor vida, se quedó en un recuerdo y siempre, siempre, irá asociada a la tierna mirada y a la acogedora sonrisa de Miliki.